viernes, 5 de febrero de 2010
Regreso al pasado.
Y por fin pude comprender a todas esas mujeres con maridos de fin de semana y vacaciones. A mujeres que, como mi madre, se habían pasado su juventud cosiendo monos y preparando tarteras. Así es como yo me sentí aquella noche, cuando miraba a la cocina y veía los platos sin recoger encima de la mesa, y al que entonces, aunque todavía no era mi marido, me pareció que llevábamos treinta años casados. Los tiempos mudan las costumbres y mejoran las artes, que decía Cervantes. Sí, mejorar, mejorarían, eso era cierto, pero mientras observaba a mi santo jugando a un videojuego, me preguntaba si realmente el cambio no sólo había sido tecnológico.
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