viernes, 5 de febrero de 2010
La huida.
Se miró al espejo y vio reflejada toda su vida. Entonces una gran tristeza inundó su alma y sus ojos se llenaron de lágrimas. No lograba recordar un día en que hubiese sido completamente feliz. Sí recordaba momentos fugaces, pero desaparecían tan rápidamente como relámpagos. Decidió que estaba cansada de todo y que con todo tenía que terminar. Cogió una bolsa, una muda, algo de dinero y dejó una breve nota en la cabecera de la cama. Miró hacia atrás una última vez. Entró en las habitaciones de sus hijos, besó sus almohadas y se impregnó con su olor. Abrió la puerta de atrás y salió decidida a no volver jamás.
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